El diagnóstico del Papa es claro: «Es un injusto, y eso es doble vida. Y merece –lo dice Jesús, no lo digo yo- que le aten al cuello una rueda de molino y lo echen al mar. Jesús no habla de perdón aquí». El obispo de Roma explicó la diferencia, importantísima, entre «pecar y escandalizar». El pecador se reconoce como tal, y por eso recibe el perdón de Dios todas las veces que lo necesite. Sin límites. En cambio, el hipócrita se finge justo y, con eso, provoca escándalo.
El Papa recordó que «Jesús dijo ‘¡Ay de quien cause escándalo!’. No habla de pecado sino de escándalo, que es otra cosa». Una vez más, el Santo Padre reconoció que «pecadores lo somos todos, pero en cambio no podemos ser corruptos». El corrupto «intenta engañar, y donde hay engaño no está el Espíritu de Dios. Esta es la diferencia entre el pecador y el corrupto»