Los Juegos Olímpicos se despidieron este domingo a la noche con la resaca del oro de la Canarinha y las lágrimas resecas de 200 millones de personas, que lloraron cuando su estrella Neymar les entregó su medalla más importante.
Horas después, su voleibol completó la fiesta antes de que el Carnaval ocupara el Maracaná. A nadie le importa ya en Brasil que su país ocupe el decimotercero puesto del medallero, a la altura de Jamaica, Kenia o Croacia.
Porque los Juegos de Rio son los Juegos de Usain Bolt, Michael Phelps, Simone Biles... y de Neymar. La Seleçao colgó al fin en su vitrina el único trofeo importante que le quedaba por ganar, acabando con una maldición que duraba toda la vida.
Rio se despidió de sus Juegos con una gran fiesta, antes de que su compleja realidad le despierte el lunes de su sueño olímpico. Música tradicional, baile y mucho color: el objetivo fue meter en el estadio a las calles de Rio y sus sonidos, la esencia de esta ciudad multicolor.