Es sabido que las fuerzas de seguridad registran operativos con cámaras y celulares para proteger a sus propios agentes. De esta manera, buscan cubrirse legalmente ante denuncias de abuso de autoridad o irregularidad en los procedimientos. Si queda registrado, todo está en regla.
Además, en una de las tomas ampliadas de uno de los momentos del operativo en la ruta 40 detectaron una camarógrafa de Gendarmería (con un chaleco que la identificaba como miembro de esa fuerza), de cuyas imágenes no hay noticias en el expediente.
La duda es si esas imágenes aún existen o fueron destruidas, y por qué no fueron entregadas por la fuerza a la Justicia. También se habló esta semana de la supuesta adulteración de los libros de Gendarmería.
Los libros están en poder de la fiscalía desde que fueron secuestrados y la fiscal no pidió al juez medidas al respecto. El juez federal de Esquel, Guido Otranto, aguarda los resultados de ADN de los cabellos y la sangre que se hallaron en uno de los vehículos de la fuerza. Sin embargo, se trata de muestras parciales que podrían no ser concluyentes.
Los investigadores detectaron que dos de los escuadrones de la Gendarmería que actuaron el 1º de agosto se lanzan piedras unos a otros sobre la responsabilidad del operativo. El grupo de Esquel apunta al de El Bolsón y viceversa.