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Genocida argentino condenado a 1084 años de prisión camina libremente por las calles de Madrid


El genocida Adolfo Scilingo, una de los militares que participó en los llamados "vuelos de la muerte" durante la última dictadura cívico-militar, camina con tranquilidad por las calles de Madrid junto a su familia, beneficiado por las salidas transitorias que le otorgó la Justicia de España, a pesar de haber sido condenado en ese país a 1084 años de prisión en 2005.

Así lo reveló el portal de noticias español Voz Populi, que publicó imágenes del ex capitán de corbeta, de 71 años, disfrutando de su libertad en la capital europea. Según informó ese medio, desde hace varios días se encuentra fuera de la cárcel y pasa el tiempo con su familia en un pueblo pequeño de la sierra madrileña, donde nadie conoce su historia.

Scilingo cuenta con un beneficio de 36 días al año para salir de la prisión, en tramos que no pueden superar los 7 días, consignó el sitio. A pesar de la sentencia que dictó en su contra la Audiencia Nacional hace 13 años, el Código Penal Español marca que su condena concluirá en 2024 y en 2019 ya podrá pedir la libertad condicional.

El tribunal lo encontró culpable de treinta muertes, una detención ilegal y una tortura, por lo que recibió una sentencia de treinta penas de 21 años de prisión y dos penas de cinco años, que quedaron firmes en 2007.

Fue por su participación en al menos dos de los vuelos planeados por el gobierno militar en los que se arrojaban a los detenidos ilegales semidormidos al océano. El juicio se convirtió en el primero en condenar a un militar argentino por delitos de lesa humanidad en el extranjero.

Para juzgarlo, la Justicia española tomó el testimonio de sobrevivientes de la ESMA, familiares, jueves y antropólogos forenses, pero también del propio Scilingo. En 1996, el exmilitar participó en uno de los almuerzos de Mirtha Legrand, donde contó en primera persona cómo eran esos "vuelos de la muerte". "Todos los miércoles se hacía un vuelo y se designaba en forma rotativa distintos oficiales para hacerse cargo de esos vuelos.

Los que el día antes se les elegían para morir, se les llevaba al aeropuerto dormidos o semidormidos mediante una leve dosis de un somnífero haciéndoles creer que iban a ser llevados a una prisión del Sur. Una vez en vuelo, se les daba una segunda dosis muy poderosa, quedaban totalmente dormidos, se les desvestía y, cuando el comandante daba la orden, se les arrojaba al mar uno por uno", explicó por aquel entonces. Luego, se arrepintió y, ante el tribunal, negó sus palabras, al asegurar que lo que había contado eran "un montón de disparates".

"Habrán desaparecido las personas que dicen y muchas más, pero yo no tengo ni idea. Me pidieron que contara la fantasía más grande del mundo", declaró durante una de las audiencias. El juez Baltasar Garzón creyó solo su primer testimonio y lo encontró culpable. Hoy, 36 días al año, camina por las calles de España como un ciudadano más.

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