Enclavada en el barrio de Pichincha, el comercio gastronómico fue de los primeros en acompañar la reactivación de la zona sobre principios de los 90', que dejó de lado su pasado prostibulario, de viejas casas y conventillos y se llenó de bares temáticos, cervecerías, boliches y nuevos y modernos edificios.
Sin embargo, las actuales circunstancias económicas hacían imposible su sostenimiento. Habituales clientes resaltaban que se ocupaban unas cinco y diez mesas por noche, y se trabajaba a pérdida, teniendo en cuenta los altos costos fijos que el comercio tenía y eso llevó a sus propietarios a disponer su cierre definitivo.