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La actividad ganadera fue ganando terreno sobre las islas a medida que la soja fue avanzando en el país, se fue desplazando ganado vacuno a la zona, para su engorde, favorecido además por abundante vegetación y agua, dos de los elementos propicio para su cría. El mismo gobierno entrerriano encontró el negocio y comenzó a arrendar campos a productores, que para que la pastura creciera más rápido, comenzaron a incendiarla.
La costumbre se fue propagando, al punto que se estima que se quemaron seis mil hectáreas de campo en los últimos años y que los focos de incendio en la actualidad son más de 30. Se estudian diferentes alternativas, se prohibió la quema, en la reunión del viernes, la aplicación de severas multas, pero habría que empezar por el motivo del problema, prohibir directamente la actividad ganadera en el humedal.
Nuevamente comenzarán los defensores de los privado sobre el interés general, afirmando que en la propiedad privada cada uno puede hacer lo que mejor le parece, sin embargo el bien público está por encima. La salud de más de un millón de personas depende de que a la brevedad se termine el flajelo que padece Rosario desde hace años, que se vio incrementado en los últimos días.
Se estudian otras alternativas, declarar un parque nacional, pero mientras tanto, alegoricamente podría decirse que llegó la hora de tomar el toro por las astas, pero no sería el ejemplo más afortunado, habría que apelar al viejo dicho que dice que "muerto el perro terminada la rabia", sin ganado, no habría quemas...
