El mandatario enfrenta una extraña paradoja: confía más en la ayuda internacional que en la capacidad de la marina para dilucidar una tragedia que todavía no sabe cómo se inició, pero que sí supone cómo terminará.
Por eso, el Presidente aún duda en reemplazar a Srur por otro almirante, o directamente intervenir a la Armada designando a un secretario naval para demostrar su malestar político y personal.