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Protestas contra Macron dejaron un muerto y más de cien detenidos en Francia

El movimiento de los “chalecos amarillos”, movilización ciudadana contra el presidente francés Emmanuel Macron y el aumento de los precios de los combustibles, congregó este sábado a más de 244.000 personas en Francia y se vio empañado por varios enfrentamientos y accidentes y, uno de ellos mortal.

Según el sitio Franceinfo, unas 106 personas resultaron heridas, cinco de ellas de gravedad. Una manifestante murió en los Alpes, en el transcurso de la protesta, tras ser atropellada por una conductora que entró en pánico después de que los manifestantes golpearan su coche.

En el norte, un peatón también fue atropellado y se encuentra en situación de “urgencia absoluta”. Además se vivieron choques con las fuerzas de seguridad o entre “chalecos amarillos” y automovilistas que no manifestaban.

Los “chalecos amarillos” -en referencia a las prendas fosforescentes que debe utilizar todo automovilista en caso de accidente en la ruta para tener una mayor visibilidad- protestan contra el aumento del precio de los combustibles decidida por el gobierno que instauró nuevas tasas con fines ecológicos, pero también contra la política “injusta” del gobierno, que limitaría, según ellos, el poder adquisitivo. El ministerio de Interior estimó que se hubo más 2.000 protestas en todo el país, con la participación de unas 244.000 personas.

Los manifestantes, que no están estructurados en una organización, no proporcionaron cifras. Pero las cifras oficiales de participación fueron fuertemente contestadas. Guillaume Peltier, vicepresidente de Los Republicanos (derecha), denunció una “manipulación de las cifras” para “minimizar el enorme enfado popular”. Por su parte, Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda radical, invitó a los participantes a publicar “fotos de las concentraciones para mostrar el número” de manifestantes. 

“Estamos aquí, somos el pueblo. Nosotros, los obreros, ya no podemos vivir”, lanzó Evelyne Raliere Binet, que bloqueó una ruta en Jura (este), donde una pancarta llevaba la inscripción “SOS de una nación en peligro”.

En París, la célebre avenida de los Campos Elíseos quedó parcialmente cerrada por la policía para evitar que los manifestantes pudiesen marchar por ella como pretendían. Los “chalecos amarillos” permanecieron en la plaza de la Concorde y algunos lograron llegar a escasos metros del Palacio del Elíseo en donde se vivieron tensos momentos con las fuerzas de seguridad desplegadas para impedir que protesten en las puertas de la presidencia francesa.

El gobierno francés, visiblemente preocupado, multiplicó en los últimos días tanto amenazas como gestos de simpatía. “Se puede manifestar”, pero bloquear un país “no es aceptable”, repitió el viernes el primer ministro, Edouard Philippe.

El miércoles, el gobierno anunció un aumento de las ayudas para los hogares con ingresos más modestos destinadas a cambiar los modelos de autos viejos por más modernos y pagar las facturas energéticas. El mismo día, el presidente Emmanuel Macron pronunciaba un inédito mea culpa, al admitir que no había conseguido “reconciliar al pueblo francés con sus dirigentes”, una de su promesas de la campaña.

Este movimiento de protesta llega tras un año difícil para el mandatario, con múltiples manifestaciones contra su amplio plan de “transformación” de Francia, que no lograron detener su ímpetu reformador.

Se suma además la baja tasa de popularidad de Macron, por debajo del 30%, su nivel más bajo desde que ganó las elecciones en 2017. Los “chalecos amarillos”, en cambio, cuentan con el apoyo de 73% de los franceses, según el instituto de opinión Elabe.

“Un 54% de los electores de Macron apoyan o tienen simpatía por este movimiento. No es anodino”, señala Vincent Thibault, encargado de estudios en el instituto. “Es desde ya un éxito en términos de opinión”, concluye Jérôme Sainte-Marie, presidente de PollingVox, otro instituto de sondeos. “Sean unos pocos miles o millones, lleguen o no a bloquear el país, los ‘chalecos amarillos’ han ganado”, afirma el diario Le Parisien.

“Han recordado a nuestros dirigentes que (…) la fiscalidad ecológica (…) está condenada al fracaso si descuida la realidad cotidiana a la que se supone que debe ayudar”. Para el politólogo Sainte-Marie, “Emmanuel Macron tiene grandes dificultades frente al pueblo central, el francés medio, que no tiene la impresión de ser querido el presidente (que): encarna una forma de élite parisina, social e intelectual“.

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