El frío avanzaba con los días, de a poco, hasta que finamente los arboles acusaron recibo. Tengo aun la sensación resonando en el pecho de cuando te sacaste tus gafas de sol y me miraste a los ojos, sentí que me clavabas el arpón con la mirada, que eras la flor que nace entre las piedras en una Vietnam desolada.
Es esa una de las emociones que siento cerca a la distancia; tus ojos y ese rito que se generó entre nosotros capaz de exorcizar el dolor, de exorcizar el miedo, de mirar la vida con nuevos horizontes, con nuevos aprendizajes, la resolución de la guerra enferma en las fronteras de la piel con otra piel que puede entender todo lo que le pasa al otro, dejando arder el cielo y el dolor, con nuestras miradas ebrias de versos y poesías que me dan ganas de besarte hasta la sonrisa, con esa magia tan real como la realidad mágica que sos para mí.
La parte más consciente de mi inconsciente en el tiempo libre se dedicaba a enamorarse de lo que ya se había enamorado en otras vidas, entonces volvía a elegir lo que ya había elegido (desde lo firme podía seguir explorado) y así fue como salí decidido a no quedarme con la sensación de no haberte buscado o con esos silencios que te hacen ruido toda la vida por no haberlo intentado.
Con ese reflejo del cuerpo terrenal que toma su sentido de la parte más noble y traduce el idioma del corazón, donde arde el amor y el deseo, donde se enciende la llama más pura de los sentidos, te salí a buscar sabiendo que no hay nada honorable en la miseria. Necesitaba hacer ese viaje de búsqueda para no quedarme en la nada en un mundo tan hostil que asusta.
Chars Wolf
