El presente es sólo un ejemplo, de los tantos que se dan a diario en la ciudad, un árbol frente a una vieja casona, en este caso de Pichincha, en Tucumán al 2.500, que el ímpetu inmobiliario llevó a la demolición y en cuya superficie pronto construirán un edificio en altura, de los tantos que proliferan en estos momentos.
Es muy frecuente lamentablemente que las constructoras vayan deteriorando el arbolado que está frente a sus obras, ya que les molesta para todo lo que tiene que ver con la carga y descarga de materiales, y el estacionamiento de los camiones de hormigón frente a la construcción, los van podando, aprovechan cada tormenta para darle un nuevo empujón, hasta que un día, de la noche a la mañana no están más.
La conducta es repetida, y se da con frecuencia cuando quienes tienen a cargo la obra son grandes constructoras. Muy distinta es la conducta de los particulares, muchos de ellos tiene en ocasiones enormes especies frente a sus domicilios, algunas de sus raíces deteriorando incluso la vereda y hasta perjudicando sus propias viviendas, en casos de veredas angostas, pero jamás obtienen permiso de poda por parte de la Municipalidad.
El intendente Pablo Javkin dijo ayer ante el Concejo Municipal que hay 10 mil cazuelas vacías en Rosario, y que aspira a poder llenarlas antes de terminar su mandato. Sería bueno además que se preserven las que hay, ya que en la mayoría de los casos se trata de ejemplares añosos.
Cabe destacar que en caso que nos ocupa, la denuncia fue efectuada por un vecino por los canales correspondientes, con fotografías adjuntas incluso y jamás obtuvo respuesta por parte de la Municipalidad. Le pidieron la dirección exacta de una casa que había sido demolida, les envió fotos del cartel de obra, les dio la altura exacta, pero ellos no lo vieron. No hay más que una obra en construcción en esa calle y esa altura, pero al parecer no la encuentran. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
