Las Malvinas son argentinas hermano mexicano, los cánticos folclóricos de cualquier duelo se vieron teñidos esta semana en Qatar. Hubo un exabrupto que molestó a la hinchada nacional, "con eso no dijo el compatriota" y desató una pelea entre simpatizantes que fue una constante durante la previa. El elenco nacional salió con el pecho inflado, con dientes apretados, jugó un pésimo primer tiempo, pero los mexicanos perdieron nada menos que a Messi, y el 10 abrió el marcador. Luego Enzo Fernández completó la faena para el 2 a 0 final.
Había que ganar y se ganó, para el análisis quedará el chato rendimiento de la primera etapa, no logró jugar en el último tercio de cancha, el fútbol no fluyó, nadie pedía la pelota, nadie se hacía cargo, y todo parecía cuesta arriba. Con un De Paul desconocido, un Lautaro aislado y un Messi inconexo, los de Scaloni no encontraban los senderos para arrimarse a Ochoa. Todo parecía cuesta arriba, y la desilusión invadía a la parcialidad albiceleste.
No cambió tanto en la segunda etapa, México salió algo más arriba, pero no tanto, sabía que igualando y venciendo a Arabia en la última fecha estaría adentro, por eso no arriesgaba demasiado. Di María, que nunca tuvo espacio para correr al fondo encontró a Messi increíblemente solo, la paró, se acomodó y la puso abajo, pegada al palo y bien lejos de Ochoa, para desatar el delirio albiceleste.
Enzo Fernández, que había ingresado en lugar de Guido Rodríguez buscando algo más de fútbol recogió un córner corto, que no quisieron tirar, amagó a la izquierda, enganchó hacia la derecha y sacó un derechazo con el pie abierto al segundo palo para poner el 2 a 0 definitivo. Desahogo, llanto contenido y rienda suelta a la alegría.
Había que reponerse de la tremenda piña del martes, jugamos sin red, perder nos dejaba afuera, igualar con la valija preparada, pero se ganó, y ahora todavía hay esperanza, incluso de clasificar primero si se vence a Polonia. De igualar, habrá que hacer números y esperar resultados.
