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Olvido, el principal enemigo

 



El pasado 28 de diciembre se apagó la vida de Felipe Caruso, papá de Daniela, una de las dos chicas asesinadas por Sebastián Pira aquel 2 de marzo de 1997 en Salta y Oroño. Y hago hincapié en esa palabra, asesinadas, porque aquel suceso fue eso, una irresponsabilidad al volante, de un sujeto que cruzó un semáforo en rojo a 130 kilómetros por hora, terminando con la vida de Daniela Caruso y de María Celeste Haiek (mi tía), para luego fugarse y permanecer prófugo hasta el día de hoy. Aunque ahora que reflexiono, hasta el 2014, año en que la mal llamada Justicia decidió que la última de las causas, prescriba. 

Pero estas palabras no buscan rememorar aquel accidente, aquel momento, el cual de por sí, personas de mi edad (33) poco recuerdan, ya que por aquel año, muchos alcanzaban los 6 o 7 años, lo cual complica la acción de recordarlo. Lo que busco a partir de la pérdida de Felipe, un luchador que supo convertir el dolor en concientización en materia vial, es reflexionar sobre el olvido, el principal enemigo que existe en este tipo de causas nunca resueltas. 

Cuando cualquier ciudadano memorioso logra focalizar aquel 2 de marzo del ´97, podrá pensar en el día en que se apagaron las luces de Celeste y Daniela, pero para nosotros, los familiares, es mucho más que eso. Es recordar a Luis Haiek, a Máxima Celia Quiroga (papá y mamá de Celeste, mis abuelos), a quienes el dolor les cambió sustancialmente la vida a partir de allí, y el impulso de pelear en busca de justicia y de seguir por los que aún los acompañan, los motivó a continuar. Pero ya nada fue lo mismo.

Ahora la ausencia de Felipe simboliza la pérdida de más de una batalla, primero ante un cruel villano sin máscara: la Justicia. Esta palabra tan amplia, tan fría, tan absoluta para muchos, me demostró que la inoperancia puede establecerse en múltiples ámbitos y a niveles insospechados. La Justicia, a tan corta edad, me enfrentó para decirme que cuando quiere, mira para otro lado, y esa crueldad, puede causar un dolor cancerígeno en quienes buscan su respaldo a través de marchas, reclamos y demás. 

La segunda pelea, es contra el tan temido olvido. El inexorable paso del tiempo parte al medio la memoria social. Y claro, en ese aspecto no busco culpables en absoluto… Es que la vida sigue, y si queremos luchar por los que aún están, como lo hicieron Luis, Celia o Felipe, tenemos que levantar la cabeza y salir a la calle. Pero cuando una y otra vez se busca que un responsable simplemente pague por sus cruentos actos, y eso no sucede, el famoso olvido empieza a golpear. 

Es que quienes recuerdan el caso Pira, claramente poseen edades superiores a los 40, personas que quizás no manejen en demasía redes sociales, y a quienes tal vez los rostros de Daniela y Celeste, o peor aún, el de Sebastián Pira, un asesino cuya condena no cumplió, ni siquiera lo registre. Y claro, esto le permitió a este sujeto rehacer su vida, caminar tranquilamente entre nosotros (ya que de hecho vivió un tiempo aquí en Rosario después del 2014), o hasta manejar… Qué paradoja, que vuelva a subirse a un auto después de lo que hizo, ¿no? 

Sin embargo, Pira ya no es el enemigo de dos familias que nunca dejaron de llorar a dos estrellitas. Lo fue, sí, y la batalla contra él se perdió; también ante la justicia, y ahora también se pierde contra el olvido. 

Pequeños mimos como notas radiales, gráficas y televisivas, sobre todo en cercanías al 2 de marzo, o gestos como el homenaje a las víctimas realizado por el Concejo Municipal (votado por unanimidad y con concejales que por aquel entonces eran periodistas y siguieron de cerca el caso) en Salta y Oroño, ayudan a recordar, pero más allá de eso, a tratar de concientizar de que acciones como esas, no pueden quedar impunes en un futuro. 

Si de algo sirvió tanto dolor, tanta lucha que no tuvo el resultado deseado para nosotros, es sentar bases para que familias a las que ojalá nunca tengan que pasar por eso, en caso de hacerlo, puedan tener la fortaleza y el acompañamiento de toda la sociedad, que no permita tamaña injusticia, que no deje que el tiempo machaque, y que no permita que el olvido vuelva a hacer de las suyas. 

La Justicia olvidó, nosotros jamás. Daniela y Celeste presentes; como Luis, Celia, y Felipe, a quien vamos a extrañar y mucho. 

Facundo Alvarado, sobrino de Celeste Haiek


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