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Mil historias se cerraron, la izquierda perdió una referente indiscutida

 


No siempre resulta sencillo escribir una semblanza de alguien querido, que pasó por la vida dejando ejemplo, de entereza, de templanza, de coraje y esfuerzo. Ser de izquierda para hacer política en Argentina nunca resultó fácil, era de antemano saber que todo sería cuesta arriba, que los partidos tradicionales se llevarían la mayoría de los votos, sin embargo, tozuda como era, ella eligió ese camino sinuoso. 

En momentos donde está tan mal visto para cierta clase de gente "ser zurdo", y aclaro no lo soy, aunque varios de mis mejores amigos que la política me dio lo eran, Silvia era sin dudas una de ellas, como su compañero de andanzas que habrá corrido a su encuentro, el querido Raúl Fernández. Compartíamos el gusto de la crítica aguda, descarnada y casi siempre relacionada con el tomar la actividad como un trabajo, y no como una vocación de servicio. Silvia no trabajaba de política, hacía política, todo el día, todo el tiempo. 

Comenzando por el final, la última vez que la vi, vino a despedirse del Concejo Municipal, en plena sesión llegó con lo poco que le quedaba, sus compañeros la ayudaron a asomarse al recinto en plena sesión, el Cuerpo entero se paró para aplaudirla, no hizo falta ni que la presidenta, María Eugenia Schmuck hiciera un cuarto intermedio, el respeto de todos los ediles hizo que todo se paralizara, y todos se acercaran a saludarla, ella y la mayoría sabían que no habría más, con su característica voz ronca de tanto fumar, se dirigió a los concejales diciéndoles que "por cualquier consulta siempre iba a estar a disposición" y no pudiendo con su genio, les pidió que "no votaran lo del MOP", no le hicieron caso, finalmente salió, algo que ya presumía, pero hizo el último intento. 

Conocedora como pocos de los entramados gubernamentales, Silvia se movía por el órgano legislativo como pez en el agua, conocía expedientes sin que pasaran por sus manos, de leer la carátula nomás ya sabía qué escondía cada uno y por dónde venía la mano. Con frecuencia nos gustaba desmenuzar las verdaderas intenciones que muchas veces esconden los vericuetos legislativos, descifrábamos entramados y nos causaba gracia mutua leer entrelíneas hacia dónde iban dirigidos y a quién estaban destinados. 

Decir que fue concejala, secretaria de bloque, asesora, empleada, consultora permanente de cuánto bloque así lo requiriera sería minimizarla. Siendo edil de la ciudad hablaba con Fidel Castro y sostenía con él, un jefe de Estado, comunicación epistolar. Consiguió quizás el logro más importante que un edil de Rosario o cualquier otra ciudad pueda haber logrado, ser la impulsora de la llegada de la vacuna cubana contra la meningitis, salteando aduanas, acuerdos diplomáticos, protocolos, y estándares preestablecidos. 

Previo a las sesiones, en cruces ocasionales y cuando el tiempo laboral nos lo permitía solíamos despuntar el vicio criticando cosas que a nuestro criterio estaban mal, carátulas equívocas o demasiado escuetas, expedientes direccionados a ciertas comisiones de manera intencionada buscando mayorías circunstanciales, formatos legislativos inapropiados, despachos con votos no esperados, resoluciones que a nuestro criterio no eran apropiadas, y para ellos tampoco, sólo que no se detendrían en preguntarnos. Alguna vez nos podía el espíritu y aunque no correspondiera buscábamos alterar lo que nos parecía mal, aunque fuera adrede el "error", disfrutábamos de mostrarles que a nosotros no nos habían engañado. 

Silvia siempre dijo lo que pensó, jamás se guardó nada, no importaba quién tuviera enfrente y si correspondía o no, por oportunidad o rango, jerarquía o cargo. Lo que estaba mal era discutible, nunca fue de aceptar la injusticia como justa, a pesar de sinsabores que enfrentarse o discutirlo pudiera ocasionar. Quienes tuvimos el privilegio de transitar caminos, compartir reuniones, y analizar política juntos, sabemos de sus valores que ya no estarán presentes, pero perdurarán por siempre. 

Su partida me encuentra lejos de la ciudad, me hubiera gustado despedirla antes, o en su última morada, pero no será posible, cumpliré sí el ritual que convinimos cuando hablamos de este momento, porque ella lo presentía y lo asumía con la entereza que siempre la caracterizó. "Destapen un vino con la Fabi en mi honor", me dijo Silvia y eso estoy haciendo en este momento, evocándola y ya extrañándola, a la gran Silvia, mi amiga. ¡Salud ! 


Fernando Paulo Viglierchio

Director General de Prensa del Concejo Municipal

Compañero, militante y amigo.                

  



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