Se trató casi de una puesta en escena, un director de cámaras severamente entrenado para mostrar sólo gente feliz, aplaudiendo a rabiar al presidente, ya sean legisladores, funcionarios del propio Poder Ejecutivo o una barra adicta repleta de la juventud mileista, varios de ellos integrantes del equipo comunicativo del presidente Javier Milei.
Durante parte del discurso, Milei se refirió a la supuesta utilización los medios públicos para la difusión partidaria de propaganda oficial en anteriores Gobiernos y ayer, la transmisión oficial de su discurso no mostró un solo legislador opositor durante los más de '50 minutos, parecían ausentes, pero no lo estuvieron.
Las cámaras posaron sus ojos solo sobre el primer mandatario, legisladores oficialistas, aliados, y obviaron sin disimulo alguno, ni el más mínimo error enfocar alguien que no estuviera eufórico y desbordado de felicidad de ver como Milei acusaba al resto se ser millonarios y a la vez les anticipaba que iría por sus salarios y el de sus asesores. Los únicos no sonrientes y felices de la toda la transmisión fueron los integrantes de la Corte Suprema de Justicia, que siguieron el discurso con gesto adusto.
Técnicamente la transmisión fue impecable, no cometió errores, la consigna fue mostrar un mundo feliz y se cumplió a rajatabla. Hasta lograron el cometido de hacer que el presidente no luciera papada, con cuidadosos planos siempre preservando la imagen presidencial. Además, en las afueras del Congreso se colocaron dispositivos para impedir el vuelo de drones, para que no pueda apreciarse la multitud de gente agolpada en las afueras del Congreso. El régimen tiene su propio relato, y es felicidad plena o ignorancia absoluta.
