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Un tal Marco Ruben, le dio el empate agónico a Central frente a Lanús en el Gigante

 


Rosario Central y Lanús empataron 1 a 1 en el Gigante de Arroyito en un partido correspondiente a la cuarta fecha de la Copa de la Liga Profesional de Fútbol. Los goles del encuentro fueron convertidos por Peña Biafore en la primera etapa y cuando se jugaba tiempo adicionado al reglamentario, Marco Ruben igualó para el Canalla. 

Desde que perdió ese largo invicto, Central no juga los partidos en Arroyito, los padece. Cada rival que llega al Gigante se lleva algo, juegue bien, juegue mal, lo merezca o no, las ventajas que encuentra son muchísimas, y su juego se agiganta, no importando los jugadores que Russo decida poner en cancha. La primera pelota seria, que llega al arco de Broun automáticamente es gol, no importa la vía, desde afuera del área, cabezazo o como sea. 

Martínez o Coronel, hoy el ex Banfield fue de los pocos que zafó del plazo en la primera etapa. Gusa Sandez o Coyote, Quintana o Komar, Caramelo Martínez o Joni Gómez, Ortíz o Ibarra, Campaz o Giaccone, O'Connor o Lovera, Miguel no encuentra respuesta a este pésimo andar de su equipo. No genera nada y cuando le llegan le convierten. 

Bastó que llegara un centro al área, que Malcorra perdiera a Peña Biafore que picó desde afuera del área, se elevó, cabeceó de pique el piso y Fatu que no la alcanzó, a pesar de su estirada. En ataque todo forzado, sin juego interno, dos delanteros no significan llegar más, si no tienen quien los abastezca. Copetti y Módica no tuvieron ninguna frente a Aguerre, Campaz no desbordó nunca, y Malcorra se empecinó en disparar desde afuera del área, pero ninguna puso incertidumbre al resultado. Tan mal jugaron que Russo podía meter los cinco cambios en el entretiempo y nadie se podría haber enojado. 

El entrenador sacó a Campaz y Caramelo Martínez, que jugaron pésimo, y mandó a la cancha a O' Connor y Lovera, que no lo hicieron mejor ni mucho menos. Nada cambió, Lanús se siguió defendiendo bien y desnudando falencias en la creación de juego del conjunto auriauzul, que ni los recién ingresados ni Giaccone pudieron disimular. Por suerte entre los que también entraron estaba el 9 de oro, el gran goleador auriazul, al que le bastaron una veintena de minutos en cancha para hacer lo que el resto de sus compañeros no había hecho en toda la noche, patear al arco. 

Pero no era cualquiera, no era un delantero más, era el gran Marco Ruben, que está de regreso, que a sus 37 años decidió dejar la tranquilidad de la playas uruguayas de Maldonado para venir a la convulsionada Rosario otra vez, dejando su familia incluso en el país vecino, porque sentía que era el momento, que le había quedado una materia pendiente, que su novela aún no tenía fin, que su romance con la auriazul no había llegado a su fin, y el baigorriense la pescó en el área, sin caña esta vez, y con un furibundo remate venció la mano de Aguerre para hacer delirar el Gigante y poner a saltar a las más de 45 mil personas que fueron a expresarle todo su cariño. 

Está acá, podría estar en otra parte, arrancó de atrás, como tantas veces, hoy le tocó empezar desde el banco, quizás no estaba para los '90 o sí, pero Russo decidió ponerlo cuando más le podía rendir, cuando seguramente ya los defensores sintieran el desgaste de haberse bancado a dos atacantes corpulentos, que van al choque siempre como Módica y Copetti, y sintió que el 9 podía marcar la diferencia. El retorno ya valió la pena, le había quedado un grito atragantado en la garganta, que Marco, el implacable goleador canalla marcó el 1 a 1 ante un  Gigante rendido a sus pies. 

Capítulo aparte para saber que le pasó a este equipo, que fue campeón el año pasado, sin sobrarle nada es cierto, pero al que hoy cualquiera se le para de manos. Hay agotamiento físico, el tiempo de descanso entre certámenes fue insuficiente y el cansancio mental y físico se nota, en ambos aspectos da ventaja considerable. La llegada de dos nuevas caras hoy ya dio réditos y llegarán más, las necesita, si bien tiene un plantel rico, juega mal, parece desorientado y no plasma en la cancha la jerarquía de alguna de sus buenas individualidades. Quedará Godoy Cruz por delante, y luego Copa Argentina, luego vendrá el parate por Copa América. Habrá tiempo para recuperar la memoria y porqué no, soñar con otra llegada muy esperada. 



  



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