El mundo enterró hoy a un papa cuya misión fue sacar a la iglesia a la calle, “siempre atento a los marginados de la sociedad”, cerca de la gente, de los refugiados. Y es en la calle donde los centenares de miles de creyentes y no creyentes pasaron la noche en vela y despidieron este sábado al pontífice en una multitudinaria ceremonia que empezó en la plaza de san Pedro y finalizó en Santa María la Mayor.
El féretro abandonó la plaza de San Pedro poco después del mediodía y se trasladó en el papamóvil, acompañado por un pequeño cortejo fúnebre, hacia la Basílica de Santa María La Mayor, donde fue inhumado.
El ataúd del papa viajó en un vehículo abierto, para que los fieles que se congregaron en el recorrido, en las calles de Roma, pudieran ver el féretro y despedirse del pontífice. Tras 30 minutos de trayecto, la sepultura llegó al nicho de la nave lateral de la basílica liberiana, entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, donde se colocó después del canto de cuatro salmos y cinco intercesiones.