“En la Argentina el aborto es un delito. Es un extraño delito donde casi nunca se condena a ninguna mujer por aborto pero todos sabemos que existe. ¿Cuál es el problema de que exista? Que todo aborto se vuelve clandestino y en la clandestinidad el riesgo de vida y de salud de la mujer aumenta".
“El problema es más agudo de acuerdo a la clase social de quién practica el aborto. Si es de clase alta, lo hará en un centro de salud adecuado, en condiciones adecuadas y el certificado médico dirá que tuvo una aborto espontáneo y su salud estará garantizada. En una mujer sin recursos, su vida corre peligro y si zafa su vida corre el riesgo de sufrir lesiones internas”.
Y explicó que el debate en torno al aborto “es parte de la discusión hipócrita que Argentina tuvo con el divorcio. “Durante años discutimos si se podía volver a casar. Salió la ley, mi mamá y Carlos se casaron y los tres hijos fuimos testigos. ¿Para qué discutimos durante 20 años esto? Yo siento que con el aborto pasa algo parecido. Hay quien siente que legalizar el aborto lo vuelve obligatorio. No es obligatorio para nadie”.
“No podemos poner en riesgo la salud de la mujer que decide abortar. No vivo en paz con mi conciencia sabiendo que si una mujer tiene que realizarse un aborto y no tiene la posibilidades económicas, termina en manos de un curandero que con una aguja la termina lastimando o matando”.