El tenista argentino Diego Schwartzman atraviesa un pésimo momento deportivo. No encuentra piso, no para de perder en primeras rondas de torneos de polvo de ladrillo, no importa el rival ni donde se disputen. Hoy le tocó caer ante un ex buen jugador como el local Richard Gasquet por 6-3 y 7-5 en Lyon, Francia.
El número 10 del ranking ATP está muy lejos de su mejor tenis, sus golpes no lastiman, no tiene prácticamente tiros ganadores en sus partidos, su saque no provoca daño alguno, algo característico de su juego por su poca altura, que había logrado mejorar sustancialmente y no deja de caer, ante rivales a los que hace apenas seis meses, superaba con cierta facilidad.
El francés Gasquet tiene aún uno de los mejores revés del circuito, es técnicamente un dotado, pero su nivel actual, sumado a sus años, está muy lejos que aquel top ten que era un rival inaccesible, salvo para los tres o cuatro mejores clasificados del circuito.
El Peque debería parar, quizás meter un cambio de entrenador, o ponerse un psicólogo. Algo debería hacer, está transitando el circuito de modo traumático, sufre los partidos, se lo ve impotente y errático. Ya no hace nada bien, y no consigue superar el mal momento. Si bien Chela lo llevó a mostrar su mejor tenis, hoy no están encontrando soluciones. Muchas veces una pausa en la carrera de un deportista de elite lo ayuda a volver con nuevos ímpetus. El tenis es un deporte individual y de confianza, y Peque, hoy no la tiene.