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El debate presidencial bajo la lupa de RosariNoticias

 


Pasó el primer debate presidencial y como no podía ser de otra forma, dejó mucha tela para cortar. No hubo vencedores ni vencidos, no hubo round de estudio, fueron directo a los bifes y se gastaron sus cartuchos en el segmento Economía, quizás el de mayor voltaje, que agotó las réplicas de un par de contendientes de arranque nomás. Bajo estrictas normas preestablecidas y moderadores que cumplieron su rol a la perfección, los candidatos al sillón de Rivadavia se mostraron frente a frente por primera vez. 

Sergio Massa salió airoso, era sin dudas el que más tenía para perder, carga con la responsabilidad de ser ministro, en una economía en alerta roja. Se paró en el centro del ring, resistió estoico los cachetazos, se mostró propositivo, prometiendo que "su" gobierno, será mucho mejor que el que integra. Fue el único que lanzó una propuesta novedosa en toda la noche santiagueña, para salir de la calma chicha. Propuso la creación de una moneda electrónica y un gobierno de unidad nacional, algo que el resto de los candidatos no hizo, quizás ya pensando más en un eventual balotaje que en la elección que viene. Sumó dentro de las filas del catolicismo obligando a Milei a disculparse con el papa Francisco y aseguró desear que los chicos lleven notebooks en lugar de pistolas en sus mochilas. Se colgó las medallas de haber terminado con Ganancias y propuesto la eliminación del IVA para los productos de la canasta básica, algo que fue repudiado por la candidata del PRO, que le dijo que "estaba despilfarrando recursos de todos los argentinos", el contestó la gentileza agradeciéndole haberle dado una de sus mayores satisfacciones en la política, como fue devolverle el 13% que ella le quitó a los jubilados durante el gobierno de La Alianza. 

El candidato libertario Javier Milei, vencedor sorpresivo de las PASO perdió más de lo que ganó en el debate, si bien seguro nadie que lo votó se arrepintió anoche, cerró puertas que pueden costarle demasiado caro, de cara a un eventual balotaje. Por ejemplo cuando en el módulo Educación dijo que las universidades eran "un curro de los radicales", a quienes acusó en varias partes de su discurso, sin ahorrarse críticas a Alfonsín, un símbolo del centenario partido. Su reivindicación de la dictadura, aludiendo a que los militares "cometieron errores", y su negacionismo al decir que "no fueron 30 mil", le restaron público no afín, aunque reforzaron su electorado más fiel. Su sonrisa socarrona, como sobrando la cosa no le sumó desde lo gestual, pararse en posición arrogante de "ya gané" y solo haberse impuesto en una PASO donde no tenía competidores, lo dejó algo apático y lejano con el electorado independiente, si es que aún lo hay. Su permanente apelación a los epítetos elevados de tono y palabras fuera de lugar, tienen un techo de aceptación baja y reiteró demasiado el recurso de adjetivar por lo negativo, recurriendo reiteradamente el insulto incluso, algo muy característico de su personalidad avasallante, que un sector del electorado ya compró. 

Patricia Bullrich se mostró acartonada, balbuceante y confundida, dudaba en la mayoría de las definiciones que no estaban guionadas, repitió hasta el hartazgo frases hechas, como "terminar con el kirchnerismo", "poner orden", y su teoría no explícita de la doble monetización rebatida fuertemente por Massa. Dijo quizás la frase más contundente del todo el debate, cuando le espetó a Milei "anda a aplicar los voucher a la Puna". Sin embargo, en el mismo módulo culpó a la docencia y su sindicalismo combativo de ser la culpable de la baja calidad educativa del país. Massa y Milei hicieron eje principal en su figura, como para asegurarse sacarla de carrera, y no tuvo cintura para salir de la mayoría de las encerronas, apeló a esquivar temas sobre los que no podía ampliar, tirando otros sobre la mesa, con los que quizás podía lastimar. Cometió un yerro discursivo propio de los nervios como asegurar que "sin inflación, nadie compra una casa", o apelar al "lo tengo" varias veces, haciendo una enumeración de supuestas virtudes auto juzgándose eficiente y capaz. Pareció no estar a la altura de sus más de 40 años de trayectoria en la política nacional.   

El gobernador cordobés Juan Schiaretti estuvo sólido, pero el resto del país no es Córdoba, puso como ejemplo siempre a la provincia que gobierna hasta el 10 de diciembre, una de las más ricas del país, que tiene al turismo y la actividad agropecuaria como principales proveedores de una bonanza de la que no goza el resto del territorio nacional. Eligió como rival predilecto a Sergio Massa, dejando de lado su supuesta extracción peronista <algo que incluso Massa en algún momento le reprochó>. Su intento desesperado por diferenciarse del kirchnerismo quedó bien explícito, se mostró moderado, sin gestos grandilocuentes, haciendo eje permanente en su buena gestión como mandatario, algo que nadie puso en duda. Bullrich y Massa intentaron no atacarlo, pensando en lo que vendrá, aunque mostró equidistancia con ambos, del macrismo dijo no le cumplió el 80% de las obras y el Gobierno actual, ninguna, dejando claro para que lado de la balanza se inclinaría en un mano a mano que no sucederá.    

La trosquista Mirian Bregman no cometió errores, con fluidez narrativa y acusaciones cruzadas, le pegó a Milei y Massa por igual. A sabiendas que pocas chances tiene de gobernar, apeló a cada consigna de la fuerza política que integra para basar su discurso. Le dijo a Milei otra frase contundente, acusándolo de "ser un gatito mimoso de los poderes económicos y no un león". Para Massa no se ahorró epítetos, se puso lo más lejos posible de parecerse a una tercera opción nacional y popular, lo acusó de coquetear con el "represor" Gerardo Morales, en el operativo seducción lanzado por el tigrense con el radicalismo en la últimas semanas. Si alguien obviara los escasos porcentuales sacados en la elección y no fuera argentino, podría decir que la letrada se alzó con la victoria discursiva durante el debate.  

A nuestro criterio, algo parcial por cierto, no hubo ganadores, pero sí algunos perdieron electorado. El periodismo es una profesión libre, pero no libre de pensamiento e ideología, aunque algunos pretendan ocultarla y otros ni la disimulen. Lo nuestro no está a la derecha estimado lector, y usted ya lo sabe, por eso dedica unos minutos a leer nuestras reflexiones y se lo agradecemos infinitamente. Antes de finalizar el escueto y apresurado análisis, les dejo solo una reflexión son: son 30 mil, y fue un genocidio. 


Fernando Paulo Viglierchio

Especial para RosariNoticias

             



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