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Sonar de cacerolas le ponen ruido a un enero caliente para el Gobierno

 


El profundo cambio en el rumbo económico, con la drástica reducción del déficit fiscal como único objetivo, acompañado por la apertura indiscriminada de controles de precios que produjo una brusca estampida de subas en todos los rubros mantiene un descontento creciente en la población de diferentes partes del país, que se expresa mediante el sonar de cacerolas por las noches porteñas, aunque también se da en otros puntos de la geografía nacional. 

Caballito, Almagro, Colegiales, Olivos, Congreso, San Telmo, Barracas, Belgrano, fueron algunos de los cien barrios porteños que se expresaron ayer mediante movilizaciones espontáneas de vecinos que salieron a manifestarse, sin referentes ni organización previa, siguiendo a quien decidió comenzar la manifestación, iban bajando desde lo coquetos edificios de la Capital Federal. 

Ese reducto nacional, siempre tan esquivo a los movimientos nacionales y populares, donde Milei sacó más del 70% de los votos es uno de los primeros en darle la espalda a un Gobierno incipiente que decidió abiertamente darle la espalda a las clases medias, que sienten con creces los designios del brutal ajuste fiscal, la liberación de fiscalizaciones y la inocultable caída del salario ante incrementos de todo, que no encuentran límite alguno. 

No son los orcos, no son los kukas, no son los denominados zurdos de mierda, como gusta llamar el presidente y su séquito a todo aquel que se oponga a las idea de la proclamada libertad de mercado, impuesta a fuerza de decretazos en un país devastado, que no conoce de competencias, con un mercado atomizado, manejado por unas pocas empresas que no dudan en ponerse de acuerdo para fijar precios mínimos de mercadería o productos de consumos masivos. 

Combustibles y alimentos a precios dolarizados con salarios en pesos devaluados el 118% de un plumazo, recortes de obra pública y despidos en el Estado, en comercios que ya comienzan a sentir la baja del consumo, la actividad hotelero gastronómica que decae en pleno enero, avecinan un foco de conflicto que si el Gobierno no logra dimensionar, estará sellando su destino. 

Podrá obtener victorias pírricas en el Congreso o la Justicia, pero el pueblo no conoce de estratos sociales o poderes cuando de defender sus derechos se trata, cuando la panza hace ruido y el techo no está asegurado, sale a las calles, sin importarle el protocolo ni los palos, y hace tronar el escarmiento. Quienes no estén a la altura, quien no sepan escuchar su voz y quienes traicionen los legados otorgados por las urnas, pasarán del otro lado del mostrador a ser uno más de los que sientan de cerca el descontento de una sociedad hastiada, que no tiene margen para más sufrimiento.     


Fernando Viglierchio

Especial para RosariNoticias   



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