Cinco fueron sus ciclos a cargo del plantel profesional de Rosario Central, con números favorables, hazañas épicas que jamás se olvidarán y un campeonato, el último de 2023 que quedará grabado en la historia del club, porque como bien dijo Miguel…”la gloria es para siempre”.
Hijo adoptivo de la ciudad, aquel 5 raspador de los 80’ surgido en Estudiantes de La Plata, dónde hizo toda su carrera como futbolista profesional, dejó gratos recuerdos por cada club por el que pasó como entrenador. Sólo en Argentina, Boca, Vélez, Lanús, Racing, San Lorenzo, y el Canalla. Afuera tuvo exitosos pasos por Chile, España, México, Perú, Colombia, Paraguay y Arabia Saudita.
Creador de frases inolvidables, que quedarán grabadas para siempre en el decir popular futbolero como “son decisiones”, “son momentos”, “todo se cura con amor”, “esto es Central”, “un poquito más”, “las formas, las maneras”, o sus típicas manos hacia abajo pidiendo tranquilidad a sus jugadores, su paraguas invertido, y el revoleo del saco tras la mayor humillación de haber vencido a su clásico rival por abandono, que no se olvida más.
Como entrenador de Central, Russo nunca perdió un clásico, elaborando un récord envidiable en ese sentido. Le ganaba con lo que tenía, con más y menos equipo, de local y de visitante, encumbró una paternidad difícil de igualar, “es difícil”, hubiera dicho en cada ocasión. Siempre con respeto, mesura y caballerosidad, jamás hizo grandilocuencia con ese “padrinazgo”, ya que sabía, mejor que nadie, que “esto es fútbol” y cualquier día se podía cortar.
Cabulero como pocos, jamás se dejó llevar por elogios desmedidos ni resoluciones supuestamente anticipadas, las esquivaba con maestría, con un envidiable quiebre de cintura impropio de su época de jugador, volante de marca el fin, “gracias, gracias”, metía el tipo cuando querían dar por sentado algo que aún no había conseguido ni logrado, las mañas las conocía todas el viejo zorro, en eso no lo iban a agarrar desprevenido.
Miguel analizaba con minuciosidad el material del que disponía, sacaba lo mejor de cada jugador, tenía la enorme capacidad de encontrar sus puntos fuertes y explotarlos al máximo y disimular los débiles, tratando de no exponerlos nunca, de mejorar lo bueno y llevarlo al extremo, se trataba su laburo. Si repasáramos planteles a los que llevó al éxito, Miguel sacó campeones a jugadores que nunca soñaron siquiera, con semejante galardón.
Manejar grupos fue otra de sus grandes virtudes futbolísticas, del primero al último de sus jugadores se sentían importantes en cada plantel que dirigió, aunque algunos jugaran menos, sostener la estabilidad emocional para que en algún momento de la competencia, cualquiera estuviera preparado para su momento, aunque sea breve, es una de las cosas más difíciles del fútbol, pero no para él, con personalidad y temple lograba mantener a todos motivados, esperando su oportunidad de ser importantes.
En lo personal, Miguel Ángel Russo era una persona muy especial, su bonhomía tan particular, su don de gente, su estela resplandeciente, su sonrisa permanente, su sentido del humor tan especial, lo hacían una persona agradable en el trato, a la que la fama nunca le pesó, y siempre se hacía un tiempo para entremezclarse con la gente.
Buen amigo de sus amigos, los reunía cotidianamente en mesas clásicas y repetidas, que hasta usaba como cábala, en su trajinar semanal de preparación para el fin de semana de competencias deportivas, para las que se preparaba minuciosamente, sin dejar nada librado al azar, con cada detalle atado.
Russo llegó por última vez a Arroyito dirigiendo a Boca Juniors, se abrazó a los canallas que se acercaron hasta el hotel de Puerto Norte a brindarle su cariño, palmeó a cada niño que le puso su mano al salir por última vez al Gigante de Arroyito, escenario de grandes alegrías y pudo despedirse de la mayoría de los integrantes del último equipo al que coronó campeón, sus héroes de Santiago del 2023.
Miguel se murió haciendo lo que más le gustaba, en el lugar que quiso, a cargo de un plantel profesional de primera división y con el uniforme puesto. Nada que lo pintara más de cuerpo entero, un profesional del laburo que abrazó, un detallista como pocos, que cumplía los rituales de manera incondicional.
La pelota, que besaba cada mañana al despertar lo recordará para siempre, un amor incondicional que duró toda la vida, desde aquel pequeño que soñaba alguna vez con jugar el fútbol, al hombre que detrás de la línea comandaba muchachos que, como él, iban en busca de la gloria eterna.
Miguel volvió a Arroyito, y se quedó para siempre, parte de sus cenizas fueron esparcidas en una ceremonia emotiva esta semana y su busto ya se encuentra emplazado en inmediaciones del Estadio Mundialista. Russo tuvo exitosos ciclos laborales en el Club, ya no trabaja en el Canalla, ahora es parte de nosotros.
¡Gracias Miguel!
Fernando Paulo Viglierchio
Especial para RosariNoticias
